Nota de Ronin: una vez más desde esta magnifica blog sobre el "pico del petroleo" se nos habla del escenario más real que ocurrira en unos meses. Blog realizada por AMT, un licenciado y doctorado de matematicas, fisica, y fisica teorica. No dejes de visitar esta blog.
La Gran Exclusión
Foto "Familia sin
hogar, jornaleros en 1936" de la Biblioteca Franklin Delano Roosevelt,
publicada en http://history1900s.about.com.
Queridos lectores,
El debate de ayer en Radio Libertad
me ha sugerido la conveniencia de discutir un tema que alguna vez surge
en las discusiones sobre la crisis energética: el hecho de que la
escasez de energía no se va a manifestar de la manera simple que la
gente esperaría. Muchas personas se piensan que si la energía es cada
vez más escasa lo que debe pasar es que de repente haya grandes
interrupciones de suministro de energía, ya sea en forma de petroleros
que no llegan, falta de gas o de electricidad, colas en las gasolineras,
etc. No es que ese tipo de cosas no puedan pasar o que no estén, de
hecho, pasando ya (un rápido vistazo a la web Energy Shortage
les mostrará hasta qué punto está escaseando la energía en el mundo en
este momento). Incluso en algún momento podría pasar en la propia OCDE,
como alertaba el informe de Lloyd's de hace un año y que ya fue comentado en este blog
(el informe consideraba posible que hubiera interrupciones de
suministro de petróleo en el Reino Unido tan pronto como 2013). Sin
embargo, no es de esperar que ese tipo de eventos traumáticos sean los que marquen la tónica del descenso energético durante los próximos años. La impresión que tengo cada vez más de
lo que sucederá es que habrá cortes, sin duda, pero se atribuirán
siempre a un empeoramiento de las condiciones económicas de la sociedad
(falta de mantenimiento, falta de financiación, etc), empeoramiento el
cual se pondrá siempre en un contexto aparte, como si fuera un hecho
independiente y desligado de la crisis energética. Mientras tanto, las
condiciones de vida de la mayoría serán cada vez peores, pero de una
manera que será asumible y asumida. En suma, que el proceso de
degradación económica y societaria subsiguiente al Peak Oil será, como
dice John Michael Greer, un largo descenso.
El
curso actual de los acontecimientos nos hace intuir que, si no se
producen acontecimientos traumáticos que lleven a una reacción masiva y
violenta (ya sea en forma de guerra o de revolución) habrá un progresivo
descenso del nivel de vida de la población, y si es lo suficientemente
paulatino la gente se irá acomodando a la nueva realidad, perdiendo
rápidamente la memoria y/o la conciencia de que en otros tiempos las
nuevas condiciones de vida hubieran sido inaceptables. No es nada
insólito: en la década de los 30 del siglo pasado una nación avanzada y
culta como Alemania fue capaz de abrazar, una parte con entusiasmo y
otra parte sometida y acallada, una aberración como el nazismo. Si el
nazismo hubiera intentado ascender de golpe en 1930 la sociedad alemana
hubiera reaccionado en masa desterrándolos para siempre fuera de las
instituciones; sin embargo, un curso paulatino de los acontecimientos
modificó de tal manera las reglas y expectativas sociales que lo que en
1930 parecía una barbaridad se aceptó como lógico y natural, ya de grado
ya a la fuerza, en 1933. Y si se mira con perspectiva histórica esos
cuatro años no son nada, son un suspiro; son básicamente el mismo tiempo
que llevamos en esta crisis económica que, como sabemos, no acabará nunca. Ya se sabe que para hervir una rana
no se la debe meter en una olla con agua hirviendo pues saltaría fuera;
lo mejor es meterla en agua fría y después ir calentándola
progresivamente: así se dejará cocer sin darse cuenta. En esencia, ese
proceso lento de desintegración de la concepción de la sociedad que
tenemos ahora en los países occidentales (que incluye el Estado del Bienestar, pero también otros valores como la libertad de expresión y de oportunidades, el Estado de Derecho,
etc) es lo que se podría denominar La Gran Exclusión. La exclusión de
la mayoría de la ciudadanía de los beneficios sociales, de las
libertades fundamentales, de la igualdad de oportunidades (al menos,
delante de la ley). La expulsión de una parte mayoritaria de la
población occidental en dirección hacia el mismo Tercer Mundo
donde vive la mayoría del planeta, pero sin salir de casa - bueno,
salvo cuando sean deshauciados. Una expulsión lo suficientemente lenta y
bien publicitada como para que los desterrados en su propio país la
interioricen como algo necesario, inevitable y hasta cierto punto
merecido por su propia falta de competencia.
Síntomas
de que un proceso así está en marcha los tenemos por doquier sin
esforzarnos en buscar mucho. Como digo, son cosas que no son
excepcionales sino cotidianas en el resto menos favorecido del mundo,
pero al ufano ciudadano occidental aún hoy le cuesta unir los puntos y
trazar la recta que lógicamente le conduce de su bienestar de hoy a su
precariedad de dentro de unos años. Contribuye a esta incapacidad de
comprender la situación la cultivada soberbia occidental según la cual
la clave de nuestro gran progreso material proviene de nuestra mayor
inteligencia y capacidad de trabajo, sin tener en cuenta el muy
relevante papel que ha tenido la transferencia de recursos naturales pagados a precio de saldo desde otras naciones menos favorecidas. Esta disonancia cognitiva
del ciudadano occidental se ve espoleada por los medios de comunicación
de masas, que comunican siempre las noticias sobre la situación
económica como un hecho independiente de la gestión de los recursos y de
prácticamente cualquier otra base material y sólo condicionada a la
capacidad de gestión de los líderes políticos, empresariales y
financieros. Pero como quiera que muchas veces se entienden mejor los
conceptos abstractos por virtud del ejemplo concreto y la ilustración
práctica presentaré en lo que sigue una buena colección de los primeros y
una previsible sucesión de los segundos.
No es un secreto que las deudas públicas de los países occidentales no son sostenibles y que, de hecho, en algún momento todos ellos tendrán que reestructurar sus deudas de algún modo o lanzarse a fondo a la monetización de las mismas.
Independientemente del camino que sigan, lo que parece claro es que la
receta fiscal que se seguirá aplicando en la Unión Europea (y que
aplicarán los EE.UU. tan pronto como muy tarde cuando los republicanos
recuperen el poder) es la del recorte de prestaciones por parte del
Estado; por de pronto, las prestaciones sociales puesto que no son
productivas o lo son muy poco, pero al final se recortará también de las
inversiones en Fomento. En el caso de España, delante de un paro que
supera el 21% de la población activa total y el 45% en el caso de la
población activa menor de 25 años, por un lado se suprimió la ayuda excepcional de 400 euros al mes para parados de larga duración sin otra percepción, y ahora se propone sin rebozo crear subempleos que se paguen a 400 euros al mes
y con mínimas prestaciones sociales. La coincidencia en la cifras del
estipendio muestra que hay cierto consenso en los círculos económicos en
que esta cantidad es la mínima para la subsistencia de una persona. En
ese cálculo implícito o explícito de buen seguro se tiene en cuenta el
apoyo del círculo familiar cercano de aquellos que caen en esas
asignaciones de menesteroso, con lo que no sólo se está consiguiendo que
se acepte que 400 euros al mes es una cantidad razonable, "la máxima
que se puede conseguir dadas las circunstancias", sino que además se
movilicen recursos del entorno de los afectados, que así son drenados y
van empujando a un sector mayor hacia ese nivel de mera subsistencia.
Para que los lectores que no viven en España se hagan una idea de qué
suponen 400 euros aquí, en la ciudad donde yo vivo
800 gramos de pan (en una hogaza que por razones históricas se suele
denominar "pan de kilo") cuesta 2,40 euros. Otro ejemplo: suelo hacer
dos compras semanales de alimentación y otros productos del hogar, una
pequeña entre semana, en el súper, para suplir cosas que sobre la marcha
vimos que se agotaron; y otra el sábado, comprando carne, embutidos,
verdura y fruta en la plaza y resto de productos en el súper. La primera
compra me suele costar 20 euros y la segunda suele estar en torno a los
60 euros (mi familia consta de dos adultos y dos niños de corta edad).
Eso me da un gasto, para artículos más o menos de primera necesidad, de
unos 300 o 350 euros al mes. Es evidente que cobrando 400 euros al mes
poca familia se puede tener, y el dinero se tiene que economizar al
máximo. Comida la justa, poca ropa y poca cosa más. Si no se comparte
vivienda con otras personas es imposible vivir: el alquiler más barato
en mi ciudad está en torno a los 400 euros, a lo que habría que sumar
gastos de agua, electricidad, contribución urbana... Gastos todos ellos
que tienden a subir: después de haber subido por dos veces un 10% este
año, se habla repetidamente que el precio de la electricidad aún debería subir en breve plazo otro 40%; en cuanto al agua, ya discutimos aquí los problemas de financiación del servicio de tratamiento del agua y la inequívoca tendencia a su privatización;
y en cuanto a la contribución urbana, con una proporción alarmante de
ayuntamientos españoles al borde de la quiebra no es menos razonable
pensar que los impuestos municipales en general subirán. El problema no
es específicamente español: en el Reino Unido la cuarta parte de los hogares vive en situación de pobreza energética (han de gastar más del 10% de su renta en energía - porcentaje llamativamente similar al que marca el umbral de la recesión en el caso de los países). En Francia, ya el año pasado había 300.000 abonados al borde del corte del suministro de gas, como denunciaba Quim en su blog.
Y estoy seguro que no costaría nada compilar historias semejantes en
Italia, Holanda, Bélgica, Alemania, EE.UU.... Es de destacar que en
todos los casos los altos precios y los salarios menguantes son la causa
de la exclusión de la proletarizante clase media
al acceso a la energía, pero aún cuando la causa inmediata sea la
crisis económica la causa mediata es, en realidad, la crisis energética,
y al excluir esos consumidores se cierra el ciclo.
En
reconocer que la crisis energética es la causa mediata de la creciente
exclusión social es siempre lo más difícil, lo que más le cuesta de
aceptar a la gente, tan fuerte es el discurso de corte economicista. Y
sin embargo tiene todo el sentido del mundo. La primera cuestión es
entender cuándo podemos decir que la energía es cara. Al fin y al cabo,
es cierto que los productos energéticos son objetivamente muy baratos: a
100$ el barril de petróleo, un litro de petróleo cuesta poco menos de
63 centavos, unos 48 céntimos de euro a día de hoy - y no olvidemos que
contiene la energía que un hombre joven, sano y fuerte podría hacer, si
trabajase sin parar, durante 4 días y medio. Un kilovatiohora de
electricidad cuesta en España unos 15 céntimos de euro y equivale al
trabajo de 10 horas de ese hombre que citábamos antes: 3,3 veces más
caro que el petróleo, pero aún así baratísimo. Y los precios del gas se
mueven por valores similares a los del petróleo. Sin embargo, dado que
la energía es precursora del trabajo, trabajo con el que producimos
bienes y servicios, para seguir produciéndolos en el volumen y cantidad
que los producimos hoy en día, y para poder conseguir los beneficios de
la economía de escala,
con todo su gigantismo operativo en aras de la reducción del coste
unitario, necesitamos que el coste de la energía sea muy barato. Ya
comentamos aquí que el precio máximo que un país industrializado puede pagar por su energía está alrededor del 10% de su PIB, y no por capricho sino por el imperativo termodinámico de mantener una Tasa de Retorno Energético
(TRE) mínima. Así que superado ese umbral se ha de producir un reajuste
en el sistema productivo. En alguna ocasión he escuchado que no debemos
preocuparnos por los problemas causados por la crisis energética ya que
el libre mercado
se encargará por si sólo se ajustarse y resolver estos problemas. Y en
realidad estoy de acuerdo: eso es exactamente lo que está haciendo el
libre mercado. Aquellas actividades productivas menos competitivas, que
tienen menos margen para reducir sus costes o menos capacidad para
trasladarlos al precio final, van siendo poco a poco eliminadas. Eso va
sumiendo a una cantidad mayor de población en el desempleo, con lo que
se va reduciendo la cantidad de consumidores, con lo que otros sectores
productivos van entrando en crisis, y más a medida que la escasez
energética se va haciendo más intensa. Crisis energética que por el
momento es meramente local: el consumo de petróleo cae a un ritmo medio del 3% anual en la OCDE
(aún cuando la producción total de petróleo ha conseguido aumentar un
poco durante los dos últimos años) de nuevo gracias a la eficiencia del
libre mercado, que está trasladando el consumo a los países más
eficaces: China, India, Brasil, Rusia, la propia OPEP,... Es por eso que
a pesar de que la producción de petróleo no decae aún nosotros ya
estamos sufriendo el Oil Crash. Y por supuesto no todos los países de la
OCDE siguen el mismo patrón; también hay exclusión entre naciones y así
es obvio que Alemania tardará más tiempo en seguir nuestro camino de
depauperización. El paulatino fin de la sociedad industrial supondrá la
desaparición del empleo por cuenta ajena a escala masiva.
A
cada nuevo nivel de consumo de energía, cada vez más bajo,
corresponderá una mayor proporción de población excluida socialmente.
Gente sin empleo fijo, que tendrá que buscarse la vida como pueda.
Algunos conseguirán subtrabajos con los que mal que bien mantenerse, sin
protestar, sin ponerse enfermos, sin soñar con salir nunca del agujero;
trabajarán en pequeñas fábricas que producirán bienes exclusivos para
unos pocos, o en oscuras minas. Otros trabajarán en lo que salga,
recogerán hierbas o setas para venderlas en la plaza o en los
restaurantes o sacarán verdaderos tesoros de los contenedores o de los
edificios abandonados o las chatarrerías. Otros improvisarán oficios,
como remiendo de ropa o calzado, o boteros económicos, afiladores,
ropavejeros... lo que puedan. Vivirán de la liquidación de los restos de
la clase media, de los bienes que tenemos hoy en una increíble
abundancia sin darnos cuenta: libros, juguetes, CDs, televisores,
radios, ordenadores,... En el estado estacionario, al finalizar el
proceso histórico de la Gran Exclusión, la gran masa de excluidos, el
nuevo lumpen proletariado, sobrevivirá de su ingenio y de los excedentes
de los pocos que seguirán siendo muy ricos por comparación con su
entorno: aquellos que aún tendrán luz eléctrica y cocina de gas en ricas
mansiones con altos muros, aquellos que aún tendrán capacidad de
consumir, fundamentalmente por ser muchos menos. Algo no muy diferente a
cómo era España en el siglo XIX, aunque con bastante más población, con
lo que el nivel medio será bastante más bajo que entonces.
Ya hemos comentado algunas veces que nuestra interpretación de la realidad depende de la narrativa que usemos para describirla.
Con anterioridad describí en este blog dos posibles escenarios para el
desarrollo de la crisis energética, económica y social en la que estamos
inmersos, denominados como el peor y el mejor
de los posibles. La Gran Exclusión es, posiblemente, otro escenario
como los anteriores, pero al contrario de ellos no contiene una
narrativa heroica, de grandes eventos y luchas; es un escenario
caracterizado por un lento apagarse, como la mecha que flota sobre un
lecho de agua. El peor y el mejor escenario posibles son a su modo
estimulantes y excitantes por lo épico de su relato, en tanto que la
Gran Exclusión es una historia triste y mortecina, que no apetece ser
contada. Queda por saber si La Gran Exclusión no es ni el escenario peor
ni el mejor sino el más probable.
Y todo por querer vivir comodo, viajando y haciendo perfiles estupidos de facebook en vez de querer saber la verdad aunque sea dura y cruda, ser independiente, ectect
Ahora algunos pagaran esa comodidad-dependencia del estado con sangre y pobreza que tengan suerte y que dios se apiade de sus almas pq nadie movera un solo dedo por ayudarles
La informacion siempre estubo ahi, gracias al esfuerzo de gente como la que trabaja para mantener estos blogs pero claro estaban los borregos muy ocupados en divertirse y mal gastar el dinero que tan facil venia a sus manos, ahora como si de animales en la naturaleza se tratara esta, hara su propia seleccion natural.