http://www.elmundo.es/elmundo/2013/05/21/ciencia/1369157079.html
Cualquier aficionado al cine o a la literatura sabe que Oklahoma y
Kansas, las grandes planicies del centro de Estados Unidos, son tierra
de tornados. Aunque sólo sea porque desde uno de sus paisajes agrícolas
despegaba, tanto en el libro de Lyman Frank Baum como en la película
protagonizada por Judy Garland 'El mago de Oz', la casa en la que vivía
la risueña Dorothy con sus tíos. Oklahoma es el segundo Estado de EEUU tras Texas con mayor número medio de tornados
cada año con una cifra que ronda los 50, según la Administración
Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA, por sus siglas en inglés).
No es casualidad que el Storm Prediction Center, el centro de
referencia en el país para la predicción de tormentas, esté situado en
Norman, apenas 20 kilómetros al sur de Moore. De hecho, las mismas zonas
del propio suburbio cercano a Oklahoma City ya sufrieron las
consecuencias de un devastador tornado parecido al que acaba de ocurrir el 3 de mayo de 1999. No obstante, aunque el centro de Oklahoma presenta el máximo riesgo de tornados de EEUU
y el mes de mayo es el más activo en este tipo de eventos
meteorológicos, no es habitual que una zona sufra dos fenómenos de este
tipo en tan poco tiempo. Según aclara el catedrático de Meteorología de
la Universidad de las Islas Baleares Romualdo Romero, que conoce bien la
zona porque realizó su postdoc en el Storm Prediction Center
precisamente en 1999, la probabilidad indica que de media un punto
cualquiera de Oklahoma se enfrentará a un tornado una vez cada 1.000
años.
"Lo de Moore es mala suerte, una casualidad", dice Romero a
ELMUNDO.es. Y tampoco puede vincularse con el cambio climático. A pesar
de que el último informe del Panel Intergubernamental para el Cambio
Climático de Naciones Unidas predecía una intensificación de las
catástrofes naturales tales como huracanes, olas de calor o
inundaciones, esto no se cumple para los tornados. "Los
estudios serios no se atreven a proyectar qué pasará con los tornados
en el futuro", dice Romero. "No se han detectado tendencias que afecten a
la frecuencia ni al carácter violento de los tornados en las últimas
décadas. No se puede vincular un evento individual como este al cambio
climático", dice el catedrático.
No puede vincularse al cambio climático
Estados Unidos tiene uno de los registros más amplios de este tipo de
eventos climáticos. Y por eso es relativamente sencillo comprobar si
existe una tendencia a la intensificación o que indique una mayor
ocurrencia de tornados. Pero los datos dicen que no existen patrones de
este tipo. En 2012, por ejemplo, se batió el récord de menor ocurrencia de tornados del
registro histórico en EEUU. Pero 2011, en cambio, fue un año
especialmente activo. Según los expertos, esto contradice a quien quiera
vincular estos acontecimientos con el cambio climático.
La formación de tornados se debe principalmente a dos factores que se tienen que producir de forma conjunta
para que se produzca uno de estos grandes remolinos de aire. Se trata
de que coincidan en el tiempo la formación de lo que los meteorólogos
llaman supercélulas, que son grupos de tormentas de gran energía, y lo
que se denomina cizalladura, vientos que van aumentando mucho de
intensidad a medida que aumenta la altitud y que más de 5.000 metros
sobre la superficie son muy fuertes y comienzan a rotar produciendo un
giro.
"Según las proyecciones de los modelos de cambio climático, la formación de supercélulas sí aumentará en el futuro,
pero los vientos en cizalla tienen a disminuir en estas zonas", explica
Romero. De forma que ningún experto es capaz de predecir qué ocurrirá
con la incidencia y con la intensidad de estos fenómenos atmosféricos en
las próximas décadas. |