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Dos ministros británicos plantean la salida de su país de la UE.
Por la mañana fue el titular de Educación, Michael Gove, un hombre de la máxima confianza del primer ministro David Cameron. Por la tarde, el de Defensa, Philip Hammond. Los dos declararon en público que votarían por la salida de Reino Unido de la Unión Europea si hubiera un referéndum. Aunque los dos dejaron claro que antes de esa consulta hay que dar oportunidad a la negociación con la UE que defiende el primer ministro, que ha prometido esa consulta para 2017, sus declaraciones son una constatación de que el creciente éxito electoral del UKIP no solo ha dividido a los tories sino que ha llevado esa división al interior del Gabinete.
Cameron afronta el miércoles en los Comunes una rebelión de una cincuentena de sus diputados que han presentado una enmienda al programa legislativo anual presentado esta misma semana, exigiendo que el Gobierno apruebe ahora una ley sobre el referéndum. Gove ya ha dicho que se abstendrá, una opción permitida por el primer ministro a los miembros del Gabinete.
Lo que parecía una quimera, la marcha británica de la UE, cada día parece más real. Gracias al UKIP y su líder, Nigel Farage, que se ha situado en el epicentro de Westminster sin tener ni un diputado en los Comunes. El secreto de su éxito ha sido ligar el desencanto europeo con el miedo a la inmigración y aderezarlo todo con mucho populismo. Eso le ha dado uno de cuatro votos en las municipales del 2 de mayo y ha llevado el pánico al Partido Conservador.
El mensaje del UKIP ha calado con especial fuerza en el condado de Kent, en el sudeste de Inglaterra, donde ha pasado de tener un concejal a tener 17. Mo Elenor, de edad inconfesable y presidenta del UKIP en Kent, ve la mano de Bruselas detrás de casi todos los males británicos y es una ardiente partidaria de abandonar la UE. Está en el UKIP "porque quiero que me devuelvan mi país”, proclama. "El 85% de las leyes con las que tenemos que vivir están hechas por la UE”, se queja. Antigua votante tory, empezó a alejarse del partido hace ya años, sobre todo cuando el primer ministro John Major aceptó el Tratado de Maastricht.
Se jubiló y se mudó a Margate hace 10 años, cuando la crisis de la fiebre aftosa vació el campo de visitantes y tuvo que cerrar el bed and breakfast que regentaba en North Yorkshire. Desde entonces está consagrada al UKIP. Mo cree que la economía mejoraría fuera de la UE porque "solo los británicos cumplimos las normas de la UE y los indios y los chinos exportan aquí sus productos sin esas trabas y obligan a cerrar nuestras empresas”. Pero es incapaz de explicar por qué Gran Bretaña no exporta ya ahora al mercado global cuando países como Alemania o Italia sí son capaces de hacerlo o la ventaja de vender en Europa sin poder influir en la normativa del mercado interior.
Defiende que hay que congelar la inmigración. "Porque somos un país pequeño, ya no hay espacio y no todos vienen a trabajar: muchos no contribuyen pero reciben. Hemos recibido inmigración durante siglos, y eso está bien. Vienen, se instalan, viven en grupos pequeños, aprenden la lengua, forman parte del sistema. Eso lo podemos afrontar. Lo que no podemos afrontar es que viniera tanta gente en tan poco tiempo”, asegura. "No queremos cerrar las puertas a todos, pero queremos controlar nuestras fronteras”, señala.
"No soy un fascista. Sobre todo, deje claro que no soy un racista”, pide William Richardson, un agradable pensionista de 69 años que intenta ocultar sus tatuajes ante el fotógrafo. Obrero de la construcción especializado en el recubrimiento de tejados, suele votar a los conservadores —"no soy un socialista”, ironiza—, pero esta vez ha votado al UKIP, "porque detesto la manera en que hacen las cosas Cameron y sus amigos”. "Hay demasiada inmigración. Eso está creando muchos problemas en el Servicio Nacional de Salud. Necesitamos controles adecuados y lo mejor sería salir de la UE y acercarnos a los países de la Commonwealth”, opina. Admite que él nunca ha tenido un problema directo porque haya muchos inmigrantes, pero insiste en que hay demasiados. "Pero no soy racista”, reitera. Y pone como prueba que tiene una nuera croata y un yerno jamaicano. Dice que seguramente volverá a votar al UKIP en las generales. "No creo que puedan cambiar nada pero pueden forzar a Cameron a cambiar”.
John Deering es un ingeniero farmacéutico de 53 años en paro desde que hace unos meses cerró la factoría de Pfizer que producía Viagra en Sandwich, al sur de Margate. Tradicional votante tory aunque llegó a apoyar al laborista Tony Blair, esta vez ha votado al UKIP "con muchas ganas”. "Creo que la mayoría de los que están aquí les votaron”, añade señalando a los parroquianos del pub Northern Belle. "Nos encantan los europeos, pero nos sentimos diferentes”, sostiene. "No somos antieuropeos, somos antiUE”, añade. Sin embargo, cree que dejar la Unión "sería una locura, aunque tenemos que negociar algo”. |