Un sismo de 7,1 de magnitud en la escala de Richter sacudió ayer
por la tarde la costa occidental de México, según la USGS, Servicio
Geológico de USA.
Conforme a los datos del Servicio Geológico de USA (USGS), el
maremoto se produjo en el golfo de California, a unos 200 kilómetros al
oeste de la ciudad de Hermosillo, el centro administrativo del estado
mexicano de Sonora. El epicentro se encuentra a unos 10 kilómetros de
profundidad.
Las autoridades de México no activaron la alerta de tsunami, aunque
el temblor sembró el pánico entre los playistas. La magnitud del sismo
ha sido rebajada en torno a los 6,9 grados. La noche del miércoles al
jueves otra réplica de 6,2 de magnitud, sacudió la costa del Pacífico en
el estado mexicano de Michoacán.
El primero, que tuvo dos réplicas potentes, de 8,7 y 8,2 grados de
magnitud, se registró en la costa occidental de la isla de Sumatra. El
sismo activó una alerta internacional de tsunami en 28 países del mundo,
y dejó un saldo de 5 muertos y un herido en estado crítico.
El 20 de marzo, un sismo de 7,4 grados de magnitud con epicentro en
Ometepec sacudió el suroeste de México, en concreto los estados de
Oaxaca y Guerrero, dejando un saldo de 11 heridos y unas 32.000
viviendas dañadas.
¿Qué pasa?
En los últimos meses la actividad sísmica en el mundo se ha
incrementado notablemente a niveles hasta ahora inéditos.
Particularmente en la zona media de USA solo en 2011 se registraron 134
temblores con una magnitud desde los 3 grados Richter, seis veces más de
los que normalmente se experimentaron durante todo el siglo pasado.
Y si bien esta tendencia geológica se presenta al menos desde 2001,
los especialistas han notado que en 2009 la frecuencia sísmica se
aceleró hasta esos niveles actuales en territorio estadounidense. Y
entre los varios factores que podrían correlacionarse con el fenómeno se
encuentra por lo menos una elocuente coincidencia: durante el mismo
lapso la explotación petrolera y de gas también es mayor y por medio de
técnicas nuevas.
Esto ha sido señalado por científicos de la Sociedad Sismológica
Estadounidense, quienes establecen el vínculo entre este aumento
exponencial en la cantidad de movimientos telúricos registrados y la
actividad humana relacionada con los susodichos combustibles.
Con todo, ya el Departamento del Interior de USA ha rebatido esta
versión, asegurando que no existen pruebas contundentes que muestren la
explotación del subsuelo como causa inmediata en el incremento de la
actividad sísmica.
Puede ser posible, en efecto, que no se trate de un factor
determinante y único en este riesgoso fenómeno geológico, pero sin duda
parece improbable que ambas circunstancias no tengan nada que ver entre
sí.