http://www.elpais.com/articulo/internacional/Grecia/China/elpepiint/20111002elpepiint_6/Tes
Mientras el mundo sigue con gran ansiedad la crisis de Grecia
(población: 11 millones), en China (población: 1.340 millones) están
pasando cosas que no atraen tanta atención como lo que pasa en Grecia.
Pero deberían. Si la locomotora de la economía mundial se desacelera, o
se llegase a detener, las consecuencias serán mucho más graves de las
que ha tenido la crisis griega, aun considerando el daño que esta le ha
hecho al resto de Europa.
Hay una alta probabilidad de que en los próximos años sufra un accidente que frene su crecimiento
Aquí les doy algunos aburridos datos técnicos sobre lo que está
pasando hoy en China: la actividad manufacturera ha caído por tercer
mes consecutivo, la burbuja especulativa en la construcción (¿les
suena?) está por estallar, los precios caen y a las grandes empresas de
ese sector les cuesta conseguir financiación. La deuda de los Gobiernos
locales ha alcanzado un volumen equivalente al 27% del total de la
economía y, por si eso fuera poco, los analistas creen que en el 80% de
los casos estas deudas serán incobrables. Los precios de las acciones
de empresas Chinas cotizadas en la Bolsa de Nueva York cayeron al
conocerse que los reguladores están encontrando graves fallas en su
contabilidad. Quizás la siguiente cita del Financial Times
resulte menos aburrida: "El sector inmobiliario chino, que hasta hace
poco era muy atractivo para los inversores, se ha convertido en un
espectáculo de terror... cuyos efectos se sentirán en el mundo entero". ¿Quiere decir todo esto que viene un crash
en China? No necesariamente. Pero... Hay una alta probabilidad de que
en los próximos años China sufra un accidente que ralentizará su
crecimiento económico. Este accidente podría ser financiero, ecológico,
social o internacional. Tendría, además, que ser lo suficientemente
grave y duradero como para afectar simultáneamente a varias regiones y
sectores. Un desplome de la Bolsa que elimine gran parte de los
ahorros de la gente, la contaminación del agua de una gran ciudad o
cualquier otra impredecible situación que produzca masivas protestas
callejeras (y en China serían realmente masivas) pueden ser la chispa
de una crisis que se difunda hasta afectar a toda la economía. De ahí,
el impacto se diseminaría al resto del mundo a gran velocidad. El
acuerdo social y político que el actual régimen tiene con el pueblo
chino es el siguiente: nosotros creamos millones de puestos de trabajo
y la promesa de creciente prosperidad para todos y ustedes nos dejan
gobernar sin exigir mayor participación en la toma de decisiones. Si
la tasa de creación de empleos disminuyese, la legitimidad del régimen
menguaría, así como su capacidad de gobernar centralizadamente como lo
ha hecho hasta ahora. Pero, además, están apareciendo otros factores
que están socavando la estabilidad política: la inflación, la
desigualdad y la corrupción. En la década pasada, la inflación
fue, en promedio, inferior al 2% anual. Ahora es de 6,2% al año, y en
los alimentos, el capítulo más políticamente explosivo, los precios se
han disparado aún más. La desigualdad económica antes del boom
era reducida e invisible para la mayoría de la gente. Ahora está a la
par con las peores del mundo y es muy visible. Los trabajadores urbanos
ganan tres veces más que los campesinos en las zonas rurales y el
número de chinos que entran en la lista de los más ricos del mundo
rompe récords cada año (los multimillonarios chinos son, como media, 15
años más jóvenes que sus pares en otros países). La corrupción
igualmente se ha hecho más visible y afecta a todos. Los esfuerzos del
Gobierno por controlarla -que incluyen frecuentes encarcelamientos de
funcionarios públicos y hasta la pena de muerte- no han tenido éxito. Las
crisis económicas suelen transformar a la corrupción de un hecho
irritante largamente tolerado a una potente causa popular que, como en
los casos de Egipto o Túnez, contribuye a la caída del Gobierno. China
aún está lejos de esto, pero la corrupción es un factor que sin duda
preocupa mucho al régimen. Lo mismo pasa con los crecientes
problemas ecológicos que, para muchos chinos, no son abstracciones:
cuando se hace demasiado frecuente que al abrir el grifo para bañarse o
cocinar sale agua marrón y maloliente, la pasividad de la población
puede rápidamente tornarse en activismo estridente. Y esto está
sucediendo. Según Sun Liping, sociólogo de la Universidad de
Tsinghua, en 2010 en China ocurrieron 180.000 protestas callejeras
motivadas por un sinnúmero de causas. Las calles en China se
están calentando. Si esta tendencia llega a reducir el crecimiento del
país, lo que suceda en las calles chinas nos afectará a todos. Mucho
más que Grecia. |