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Las tripas de la Tierra parecen estar algo indispuestas. El año 2011 pasará a la historia y será recordado, no sólo por el malestar social, sino también por la sucesión de catástrofes naturales que están asolando el planeta de Este a Oeste y de Norte a Sur.
Tsunamis, corrimientos de tierra, aparición de volcanes, lluvias torrenciales.
Cada vez cobra más sentido la predicción maya de que el mundo se está
acabando, y más cuando cada semana aparece un nuevo evento natural que
pone patas arriba el mundo entero. Desde el maremoto de Haití de 2010 al de Lorca de este año o el tsunami que azotó Japón provocando la catástrofe de Fukushima pasando terremoto por el que ha dejado 462 muertos hasta el momento en Turquía. Erupciones de volcán en Islandia
o en Chile revolucionando el tráfico aéreo y generando el caos en
aeropuertos, o la serie de seísmos que desde finales de junio vienen
sufriendo los habitantes de la isla canaria de El Hierro que han generado un nuevo volcán submarino.
Pero, lo que más preocupa a los geólogos son, además de todos estos fenómenos, las inundaciones. Según los datos del Instituto Geológico y Minero de España, el 56,8% de las pérdidas económicas ocasionadas por los riesgos naturales se corresponden por causa de las inundaciones.
La única manera de evitar las consecuencias desastrosas que provocan
las inundaciones es la elaboración de mapas de riesgos naturales
incorporados a los Planes Generales de Ordenación Urbana. Se edifica donde se puede sin tener en cuenta la formación del terreno.
En España, toda la zona mediterránea tiene una formación terrenal arcillosa, por lo que le convierte en una de las zonas más propensas a sufrir inundaciones. Levante, Barcelona, Murcia o Almería,
(estas dos últimas ciudades también propensas a sufrir seísmos), poseen
un régimen fluvial que en varias ocasiones ha provocado series
inundaciones en sus núcleos urbanos que, además de importantes pérdidas
monetarias, también se ha cobrado vida humana.