http://www.diariosigloxxi.com/texto-diario/mostrar/75900/elenin-la-desinformacion El sistema se ha empeñado en una absurda estrategia de desinformación
Millones de ojos están puestos en nuestro universo inmediato con motivo
directo o indirecto del cometa Elenin (según el estamento "oficial”) o
de Nibiru (según los mal llamados conspiranoicos), siendo, quizás, el
asunto que capta mayor cantidad de entradas en Internet, con una amplia
diferencia sobre cualquier otro tema, incluidas la crisis económica y
las guerras en incubación y puesta a punto que bien pudieran derivar,
por conflicto de intereses, en una confrontación global.
Entre
todos estos ojos que vigilan nuestro cosmos inmediato los hay
pertenecientes a personas de toda clase, así iluminados como
rigurosísimamente científicos, pero no faltando entre ellas ni
escatológicos, morbosos, desesperados, fundamentalistas religiosos,
desquiciados o jóvenes con ansias de vivir la excepcionalidad de un
hecho sin precedentes para la humanidad. De todo hay, como en botica, y,
entre todos estos artículos y comentarios de foros se pueden encontrar
sin mucho esfuerzo auténticos y colosales desafueros; pero no por ello
se puede utilizar el reduccionismo infantiloide, concluyendo que la
totalidad de los artículos, opiniones o aseveraciones vertidas sobre la
cuestión son fruto de desquiciados y que no hay en toda esta colosal
caterva de datos aportados por los participantes ni uno solo que no
merezca la pena ser considerado por la Ciencia o por la población.
Ayer, verbigracia, me quedé por la noche hasta muy tarde para ver el
programa Cuarto Milenio, el cual, dicho sea de paso, no merece para mí
mejor calificativo que el de amarillista, sensacionalista o
infantilmente manipulador. Se había programado cierta información acerca
de llamado oficialmente "cometa Elenin”, y quise comprobar por mí mismo
el tratamiento que le daban a la información, resultando ser, tal y
como esperaba, lo que a mi entender es simple y llana desinformación.
Lejos de hablar con datos y sensatez del objeto de tan magnífico asunto
que tanto está colapsando la Red, los dos invitados, mucho más que
cuestionables (aparentemente confrontados en sus pareceres), se
enmarañaron en un absurdo direte sobre peregrinos absurdos que poco o
nada tenían que ver con el meollo de lo que tanta inquietud está
sembrando entre millones de ciudadanos de todo el mundo. La conclusión
de tan torpe puesta en escena, entre las risibles y teatreras poses
habituales del presentador, era obvia: el cometa Elenin es o fue un
simple, insignificante y menudo cometa (porque según la NASA se
destruyó), y todo lo demás son tonterías. La teoría "oficial” gana, y
punto.
La realidad, sin embargo, es muy otra cosa. Para empezar, somos muchos
los que, objetivamente, venimos hablando con toda naturalidad de este
asunto ¡¡desde la primera mitad de la década de los ochenta!!, años en
los que se descubrió, primero por la sonda Siloé de la Iglesia Católica y
después por la IRAS de la NASA, un cuerpo planetario que estaba
perturbando los planetas más lejanos del Sistema Solar y de cuyo
descubrimiento se dio cumplida información en la práctica totalidad de
los periódicos y medios de difusión de la época, desde los más
prestigiosos diarios del mundo a las televisiones de todo país,
informándose que el tal cuerpo, posiblemente un planeta de enormes
dimensiones (de hasta cuatro veces el tamaño de Júpiter, se decía),
estaba adentrándose en dirección a nuestro Sol. Una noticia que, sin
embargo, no tardó en desaparecer de los titulares y aun de las noticias
de segunda fila de la práctica totalidad de los medios de Occidente,
pero que, en según qué países de otras órbitas, ha seguido siendo motivo
de inquietud, seguimiento y análisis entre los cosmólogos de sus
instituciones astronómicas, justificando incluso cuantiosas inversiones
para estudiarlo y aún para protegerse en fechas no tan futuras de sus
previsibles efectos.
Unas inversiones éstas que, por otra parte, y aún a pesar del aparente
descrédito oficial que tiene el asunto en todo Occidente, han tenido su
réplica inversora en nuestras sociedades, acaso multiplicando por mucho a
la de los países de otros bloques, no sólo en cuanto a medios de
observación pasados y presentes (Observatorio VATT y telescopio Lucifer
de la Iglesia Católica en Monte Graham, observatorio militar de
infrarrojos norteamericano en la Antártida -por donde llega desde debajo
de la eclíptica Nibiru-, sonda WISE de infrarrojos de la NASA,
etcétera), sino también en recursos de supervivencia masiva que sólo se
justificarían ante un evento catastrófico global como una guerra nuclear
o una catástrofe planetaria (Cúpula del Fin del Mundo, bunkers
subterráneos masivos en todo Occidente, creación de gobiernos
alternativos para situaciones de catástrofe tales como el FEMA
norteamericano o las UME europeas, etcétera).
Como literato no era mi intención volver sobre este tema con argumentos
ya aportados en alguna de mis últimas novelas, pero como columnista me
he creído en el deber de combatir la desinformación que se está
difundiendo de forma masiva, evitando, en la medida de mis
posibilidades, que se baje la guardia ante un hecho que bien pudiera
comportar la propia continuidad de la sociedad tal y como la conocemos,
si es que no de la misma humanidad. El asunto, en fin, no es menor, y,
debido a las implicaciones que comporta, la apuesta requiere una dosis
de atención suficiente como para permitir que las sociedades tengan una
oportunidad, dando como probable el peor de los escenarios imaginables,
que son para los que es preciso estar preparados pues que para los
ordinarios se supone que ya lo estamos.
Así, conviene reseñar primero que nada que la NASA es una institución
astronómica dependiente de los militares norteamericanos, en cuyas
misiones, además de realizar ensayos de interés científico conocido,
suelen desarrollarse misiones secretas (la inmensa mayoría), de las
cuales el ciudadano medio no tiene la menor la idea o noticia, entre
otras cosas porque es un monopolio de observación de cuanto sucede fuera
de nuestro espacio cósmico inmediato. En pocas palabras: nos enteramos
de lo que quieren que nos enteremos, nada más. Por otra parte, una
institución semejante, es obvio que está controlada por quienes tienen
el poder, y los que lo ostentan ya sabemos quiénes son y cómo funcionan,
de modo que esto es razón más que sobrada para poner en cuarentena,
cuando menos, la supuesta información que dosifican a la sociedad.
Hay ciudadanos que en su ingenuidad pueden pensar que, de ser verdad
cuanto apunto en este u otros artículos que he publicado sobre este
asunto, cualquiera con un telescopio puede observar el espacio, y tiene
razón; pero estas personas deberían saber que tal observación, si el
cuerpo que se desea observar no es fácilmente localizable, no emite una
gran cantidad de luz o está muy lejos, requiere además de otros recursos
que, desde luego, no pueden estar al alcance de cualquiera, sea éste un
observador particular o una institución privada (complejísimos
programas de rastreo y localización, visión infrarroja, equipos muy
potentes, etc.). Asímismo, conviene que sepan estas personas que incluso
la observación del espacio desde observatorios "oficiales" por
astrónomos independientes está regulada y aprobados los tiempos de
observación por comisiones internacionales (generalmente dependientes de
la ESA o la NASA), y que por lo tanto los programas de trabajo están
predefinidos desde meses o años antes, no aprobándose, con toda
seguridad, aquéllas propuestas que pretendieran arrojar alguna seguridad
científica contrastada sobre los asuntos que no les interesa a esas
comisiones… "oficiales”. No hay, pues, otro camino para un observador
astronómico independiente, que recurrir a esos telescopios de 15 ó 20
pulgadas de alquiler (como el pretendidamente usado por Leónidas Elenin,
el supuesto descubridor del cometa Elenin) a través de Internet, los
cuales es más que posible que, directa o indirectamente, estén
controlados también por la propia NASA y, en consecuencia, observen lo
que le interesa a la NASA que observen.
Esto viene a cuento de mis razonables dudas sobre la propia existencia
de ese cometa -Elenin-, cuya nomenclatura oficial es C2010X1, basándome
no sólo en la imposibilidad técnica de detectar con un telescopio de 20
pulgadas un objeto de magnitud 19,5 (150000 veces menos visible que el
mínimo perceptible por el ojo humano) a una distancia de 680 millones de
kilómetros (que son muchos kilómetros) y el cual, según los propios
datos "oficiales” tenía un tamaño de 3,5 kilómetros en su núcleo, porque
todo eso ello sería algo así como milagroso, sino porque además en las
horas siguientes al descubrimiento de este pretendido astrónomo no sólo
lo había corroborado la NASA, sino que el JPL había ya difundido un
diagrama de su órbita y había lanzado a los cuatro vientos la noticia
sobre tan pretendidamente ahora insignificante cometa, favoreciendo
directa e indirectamente la expectación y la alarma mundial que ha
suscitado. Si a todo esto le añadimos el curioso nombre del cometa
(infórmese en la Red quien esté interesado sobre estas teorías) y las
chocantes fechas de su recorrido (perihelio -11 septiembre-
conjunciones, cruce con nuestra órbita, etcétera), hay que ser muy
creyente o muy ingenuo para considerar que todo esto puede ser verdad y
objeto de la casualidad. Se trataría en tal caso, cuando menos, de un
milagroso enviado divino que lleva encriptados mensajes trascendentes.
Ridículo, en fin.
El artificio de presentar a Elenin como un peligro que despertara los
pánicos ancestrales a hecatombes planetarias, los miedos apocalípticos
de los rigoristas religiosos o la expectación social que ha suscitado
este asunto, era, obviamente, desacreditarlo presentándolo a la opinión
pública mundial como el desvarío de charlatanes, visionarios o falsos
profetas, de modo que todos cuantos se refirieron al cometa
directamente, o a Nibiru, por extensión, sean desatendidos y tildados
como locos o conspiranoicos, en la más perversa afección del término.
Así, por más que alguien alerte en el futuro sobre el peligro que puede
representar para la humanidad la proximidad de Nibiru o cualquier otra
amenaza, enseguida será tildado de no estar en sus cabales, de modo que
el control de la información proveniente del espacio exterior vuelve a
estar bajo el absoluto control monopólico de la NASA y pueden seguir
adelante con sus planes sin la interferencia de "aficionados”. Todo un
plan magistral de desinformación colectiva llevada a término con notable
éxito. Hoy, a la vista está, el asunto Elenin –Nibiru- no sólo ha
decaído, sino que incluso quienes creyeron en él están deprimidos o
descorazonados por el fiasco que ha supuesto el esperar que sucediera
algo tenebroso el pasado 27 de septiembre y que no haya sucedido nada,
tal y como era previsible.
La maniobra "oficial” de usar lo esperpéntico para desacreditar lo
evidente no es nueva, sin embargo, y a lo largo de la Historia estas
artimañas han dado siempre buen resultado. Ya dije desde esta misma
columna que, aunque por falta de información veraz no comprendamos
verdaderamente el alcance del asunto o el objetivo final de todos estos
movimientos estratégicos del poder que se están verificando en todo el
mundo, queda claro que la vigilancia o atención por parte de un sector
de la población a las actitudes y acciones del poder dificulta
severamente los planes de desarrollo de quienes pretender llevar a cabo
una agenda que pudiera ser contraria a los intereses de casi todos.
Pongo de nuevo como ejemplo la potencial certeza científica de una
hecatombe global por causas cósmicas, y cómo actuaría el poder para
salvar a parte de la sociedad sabiendo de antemano la imposibilidad de
hacerlo con la totalidad de la población. La información social, en este
caso, sería uno de los mayores inconvenientes para llevar a cabo el
plan de supervivencia de un grupo de elegidos, y en este supuesto la
desinformación como la apuntada en este artículo sería poco menos que
obligatoria o de libro. Pero es que esto mismo sería necesario si, por
ejemplo, se intentara llevar a cabo una conflagración global, pactada o
no, para reducir una densidad de población que está poniendo contra las
cuerdas a la propia supervivencia del planeta, y los últimos
acontecimientos, invasiones y planes militares estratégicos parecen
apuntar en esta dirección, no siendo una locura pensar que cualquiera de
estos días nos desayunemos con la noticia de una agresión a Irán, Corea
del Norte, Paquistán o locuras semejantes que abrirían de par en par
las puertas del Infierno.
No; no creo, sinceramente, que Elenin sea algo relevante para el planeta
–lo veremos, no obstante, en las próximas semanas o meses-, sino que
opino que se trata de una falsa bandera para encubrir otro asunto de
mayor calado, como esa conflagración en ciernes –inevitable para muchos-
o al mismo Nibiru. No sólo apoyan esta última opción los hechos
observados en nuestro universo inmediato desde la detección y
observación directa de Nibiru en la primera mitad de la década de los
ochenta (perturbaciones de la Nube de Oort, de Neptuno, de Urano,
inclinación súbita de Saturno, desaparición del cinturón ecuatorial de
Júpiter, aparición progresiva de una atmósfera de nitrium en la Luna,
etc., apreciándose en todos estos efectos una aproximación progresiva de
un cuerpo cósmico con un potente campo electromagnético hacia al
interior del Sistema Solar, en general, y de la Tierra, en particular),
sino también que desde hace algunos años ha sido fotografiado en
distintas partes del planeta un segundo sol junto a nuestro Sol, cuyas
imágenes pueden ser consultadas por cualquiera sin excesiva dificultad
en la Red (curiosamente nunca en la información "oficial”), y aun de la
anormal inclinación de nuestra visible Luna, la cual puede ser observada
con relativa frecuencia fuera de curso y con oscilaciones o libraciones
y su ciclo metónico de todo punto de vista anormales, y esto es algo
que no se puede ocultar: a simple vista puede apreciarse.
Las noticias de este tipo de perturbaciones son cada día más habituales.
Esta primavera, sin ir más lejos, la salida del Sol se adelantó dos
días en el Polo Norte y los inuit se vieron sorprendidos porque su
fiesta tradicional, jamás antes alterada, de la llegada de la primavera
no se pudo celebrar en el día establecido. Incluso las perturbaciones de
la cavitación lunar (Libración) pueden ser explicadas no sólo porque
nuestro satélite esté siendo influenciado en su campo electromagnético
por otro cuerpo celeste intruso, sino que el mismo asombrosamente largo
verano que padecemos en el hemisferio norte de la Tierra puede ser
también explicado por una modicación del eje de giro de la Tierra, de
modo que estamos algunos grados más tumbados hacia el sol que en
condiciones… normales, digamos. Cosa que justificaría, igualmente, la
modificación aparente de la posición relativa de las constelaciones y
aún de las fase de la Luna, la cual en ciertos días modifica la
orientación de los cuernos en las fases creciente y menguante.
Demasiadas evidencias hay alrededor de este asunto como para que
"oficialmente” se pretenda darlo carpetazo bajo el epíteto de locura o
desvarío, o como pretendieron hacer en ese infausto programa televisivo
que antes mencioné, como fruto de un chico que jugaba con el programa de
la JPL sobre la órbita del cometa Elenin. Este reduccionismo es no sólo
ridículo en sí mismo, sino que es sumarse a una conspiración de ciertos
poderes que, en una u otra dirección (conflagración mundial o amenaza
cósmica), están, o sí o sí, llevando a cabo. Demasiadas colosales
inversiones (de todo el mundo en su conjunto) claman una causa tan
trágica como desconocida para la mayoría de la población, y demasiadas
evidencias apreciables en nuestro entorno cósmico inmediato avalan
sucesos de un alcance capital que nos están escondiendo. Observatorios,
bunkers masivos, Cúpulas del Fin del mundo, satélites de observación
infrarroja (precisamente la única franja del espectro en que es
localizable Nibiru), organizaciones militarizadas de contención o
supervivencia, etcétera, añadido a los efectos que están experimentando
nuestros planetas y satélites vecinos y a la ya inocultable
visualización de un aparente segundo sol, son cuestiones que no deberían
pasarse tan alegremente por alto, dándolo carpetazo como el desvarío de
un chaval, cuyo absurdo y risible argumento tanto recuerda a esos
supuestos campesinos ingleses que juraban sobre sagrado ser los
bromistas autores de los crop circles de todo el mundo, allá por cuando
el sistema quiso intentar desacreditar ese asunto.
Vivimos, y es algo que incluso se intuye de una forma masiva por buena
parte de la especie, tiempos capitales. Como siempre que se ha
verificado una tragedia trascendente, hay una especie de alerta temprana
en muchos seres humanos que de uno u otro modo luego han sido
protagonistas de ella, y es ahora cuando la especie está recibiendo
vibraciones de que hay una amenaza que se cierne sobre el conjunto de la
humanidad. Tal vez, incluso, los movimientos sociales que estamos
experimentando tengan mucho que ver con ello, pues, alertados por
nuestros instintos de que hay algo que no funciona como debiera y de que
es algo crucial, los individuos buscan todo tipo de salidas que
supongan una oportunidad.
Se vea, pues, como se vea este asunto, mal haría cada persona en
particular y la población en general en bajar la guardia y creerse que
esto es una tontería de ociosos, escatólogos, imbéciles o fanáticos
religiosos. La jugada ha sido tan de libro, tan obviamente infatiloide,
que sólo los ingenuos o los tardos pueden caer en esta trampa.
Esperemos, pese a todo, que éstos no sean mayoría y que no falten
observadores cualificados y veraces que sigan empeñados en descubrir la
verdad que nos están sisando, a fin de alertarnos a todos. Todos, con
absoluta seguridad lo digo, dependemos de ellos en muy buena medida:
pobre de quien se confíe en que la NASA o los poderes "oficiales" harán
algo por él. |