Hace
pocos días pude comprobar en mi entorno algunas reacciones extrañadas e
incluso airadas después de ver ciertas noticias con recomendaciones un
tanto sorprendentes hechas por las Naciones Unidas respecto al tema de
la alimentación humana, a través de la organización que se dedica a
abordar estas cuestiones, la FAO. Efectivamente: si hace apenas un par
de semanas la FAO alababa las excelencias de una dieta basada en insectos para proporcionar proteína a los hombres, unos días más tarde una nueva delicatessen marinas nos era propuesta: las medusas.
No
han sido pocos los comentarios jocosos que ridiculizan estas propuestas
de la FAO. Poca gente ha profundizado en el problema para comprender el
por qué de estos anuncios tan estentóreos y, aparentemente, fuera de
tiempo y de medida desde la perspectiva de Occidente. Tales mensajes,
sin embargo, son muy sintomáticos de dónde estamos, hacia dónde vamos y,
sobre todo, a dónde podemos llegar si no rectificamos a tiempo.
Merece
la pena recordar que estamos sufriendo la tercera crisis alimentaria
global en cuatro años, propiciada en muy buena medida por la dependencia
de las explotaciones agrícolas de Occidentes sobre los combustibles
fósiles. El profesor David Pimentel, de la Universidad de Cornell
recuerda a menudo que por cada caloría que llega al plato de un
occidental se han consumido 10 calorías de combustibles fósiles en forma
de fertilizantes, pesticidas y la energía usada para mover la
maquinaria agrícola, el transporte de alimentos y el mantenimiento de la
cadena de frío o de conservación. La productividad de las tierras en
los países occidentales es muy grande, bien es cierto, pero es gracias
al uso intensivo de maquinaria y productos químicos, y sin ellos bajaría
de forma rápida y radical. El caso es que la FAO ha hecho repetidos llamamientos de alerta sobre los bajos niveles de reservas de grano y de alimentos en general,
sin que se haya producido una concertación internacional apreciable,
ensimismados como están los occidentales con la crisis económica.
Hace dos años analizábamos en profundidad cómo el
grado de dependencia de los alimentos importados de los países del
Norte de África y Oriente Medio era uno de los factores clave que
explicaban el estallido de revueltas que se dio en conocer como
Primavera Árabe. Hoy, dos años más tarde las condiciones que dieron
lugar a esos estallidos de Enero y Febrero de 2011 se reproducen, con
algunos países como Egipto internándose más profunda y rápidamente en el
caos más allá de las esperanzas depositadas en los nuevos Gobernantes.
Lo cierto es que Egipto ha pasado de ser un exportador neto de petróleo a
ser importador justamente en 2011, y sin las regalías del petróleo
Egipto no puede pagar por los alimentos que necesita importar. Se ve por
tanto en un cruel dilema: o restringe el acceso de su industria o
población al petróleo o come. Y ahora se mueve en el filo de la navaja,
entre exportar o no exportar.
Otros
países como Túnez consiguen financiación suficiente gracias a los
ingresos del turismo, pero se pueden anticipar nuevos estallidos en
países cuya principal industria es la producción de petróleo y que
difícilmente podrían adaptarse a perder tal fuente de ingresos. Uno de
los más amenazados por una inestabilidad nada lejana es Argelia, país
que hace tan sólo 20 años sufrió una sangrienta guerra civil auspiciada
desde Occidente. La producción de petróleo de Argelia está cayendo
alarmantemente, con muchos anuncios de problemas muy serios en las explotaciones y como pasa en muchos países, una incapacidad política de aceptar que la producción de petróleo ya sólo puede caer.
Una
revuelta de gran calado en Argelia puede traer mucha inestabilidad a la
región, sobre todo a los países limítrofes, aparte de cortar una de las
dos vías principales de aprovisionamiento de gas natural de Europa y
fundamental para España (río revuelto de que los adalides del fracking
patrio intentarán sacar buen provecho, abusando de la necesidad para
consumar esta estafa).
Y el círculo de países potencialmente explosivos en este área (Norte de
África y Oriente Medio) es bastante amplio: Yemen, Bahrein, inclusive
Irán... Países con muchos desequilibrios interiores y una enorme
dependencia del exterior en una cuestión crítica como es la
alimentación.
Pero las cosechas de invierno en el hemisferio
norte están, ahora mismo, en peligro. Todo depende ahora de que los
bandazos asociados a la inestabilidad climática creciente no las den al
traste. Este año el verano podría ser relativamente frío, tormentoso e inestable en Europa
como consecuencia de un fenómeno bastante singular, como es la
inestabilización de la Corriente de Chorro atmosférica que nos da calor y
humedad. Singular no porque tal inestabilización no se haya observado
nunca, sino porque parece un fenómeno persistente y creciente asociado
al rápido deshielo del Polo Norte. Porque mientras el sur de Europa se
extraña de ver pasar uno y otro frente borrascoso empujado por el viento
polar, en las zonas más norteñas, dentro ya del Círculo Polar Ártico, los termómetros muestran asombrosas temperaturas de 30ºC.
Eventos que, aisladamente, pueden reportar los anuarios estadísticos
meteorológicos, pero nunca en tantos sitios a la vez y durante tantos
días.
Aunque preocupante, si el verano al final es atropellado e
inestable este año no es lo peor; lo verdaderamente grave es si a partir
de ahora cada año la situación se reproduce, porque es cuestión de
tiempo (y no mucho) que vengan varios años seguidos de malas cosechas.
Malas cosechas en una de las zonas más productivas por mecanizadas del
Mundo, y el granero del Norte de África y de Oriente Medio. El tiempo
parece haber dado una pequeña tregua en la zona de España en la que yo
vivo, aunque ya veremos lo que dura. Tendremos que vivir pendientes del
cielo a partir de ahora (y mientras no llegue La Tempestad).
Ya
faltan alimentos y su falta se agravará en los próximos años, por el
exceso de explotación de algunas tierras, por la falta de combustibles
fósiles y por el cambio climático. En este contexto, no es de extrañar
que la FAO hable de comer insectos (puesto que el ganado consume mucho
grano). Pero, ¿y las medusas? La
propia FAO avisaba hace más de una década que las capturas de peces
habían comenzado su declinación por la sobrepesca. Si se mantuviera la
presión actual, el ser humano exterminaría todas las especies de peces
(las que no se usan para alimentación humana se usa como harina de
pescado para engordar los peces en granjas marinas o piscifactorías)
entre 2030 y 2050. A medida que el agotamiento de las pesquerías se
va haciendo más y más palpable (con bancos españoles faenando en las
costas de Somalia o en las islas Malvinas) el mar se va poblando de
medusas, por la drástica caída de población de sus depredadores
naturales (como el atún rojo en el caso del Mediterráneo). Así
las cosas no es de extrañar que haya algunos negocios que proponen
aprovechar proteínas animales de origen, digamos, inusual; uno de los
más veteranos es Edible-shop.com; vayan y sorpréndanse.
Una vez más el libre mercado triunfante
encuentra sustitutos en cuanto se presentan los problemas... Pues no.
Hay un problema fundamental: la capacidad de producción de biomasa de
una red trófica. La frase suena enrevesada, pero la cosa es simple.
Queremos comer insectos, pero, ¿qué comerán ellos? Sin los excedentes
actuales, con los campos de cultivo en decaimiento, con un clima más
inestable, la cantidad de insectos total será menor. Será aún más
costoso cazar la cantidad suficiente de ellos para mantener a los
hombres (baja TRE). Y una vez cazados dan pcoo rendimiento, con su exoesqueleto de quitina
no aprovechable y más difícil de digerir. Con las medusas pasa algo
semejante: ¿qué comen las medusas? plancton, crustáceos, larvas de
pez... salvo que nos pongamos a comer el plancton, de todo lo demás ya
estamos compitiendo con ellas. Al final, el problema es claro: los
animales forman una red compleja de dependencias mutuas, llamada cadena
trófica, y si destruimos demasiados eslabones de esa cadena puede
colapsar completamente. Al final no podremos comer ni insectos ni
medusas porque no habrá bastante, y los exterminaremos como a todo lo
demás.
Los
planteamientos discutidos en este post muestra que en el fondo no hay
la más mínima intención de cambiar, de variar el rumbo. Vivimos en una
continua huída hacia adelante, incapaces de ver la realidad como si los
subsistemas fueran independientes del todo. Lo único importante es
mantener a ultranza un programa: el del depredador a ultranza, del
máximo depredador. Por eso la respuesta de los países más opulentos a la
caída de la productividad de sus tierras es el acaparamiento de tierras
o land grabbing
en otros países. La misma lógica rapaz que estamos aplicando a los
alimentos es la que aplicamos a cualquier otro recurso, y así
contaminamos ríos y acuíferos para explotar las arenas asfálticas del Canadá desde hace una década:
Los
biocombustibles o el fracking son simplemente expresiones últimas de
esa locura crematística, que no piensa pararse ante nada, aunque acabe
dejando el mundo como en la viñeta que abre el post.
Cuando todo lo demás escasee, cuando no haya nada más que depredar, aún quedará una presa. La última presa: el Hombre. En la conferencia de Barbastro
hace dos años mencionamos el procedimiento corpse-to-liquids (convertir
cadáveres en sucedáneos de petróleo) como salida a la crisis
energética, aunque los humanos también se podrían aprovechar como
alimento. Visiones de hombres cazados por hombres que cada vez más se
nos transmite desde el cine, prefigurando nuestra realidad, incluso en
las películas más "serias".
Ésta es la lógica final de nuestro sistema económico, el punto de llegada de una carrera que empezamos hace dos siglos.
Es que saben que estamos cada vez mas cerca de la Tercera Guerra Mundial. Parece que EE.UU estaría dispuesto a evitar la evidente derrota de sus mercenarios de Alqaeda en Siria, llevando la situación a un punto que puede no tener retorno, desembarcando equipos y marines en Jordania y preparandose para enfrentar a las fuerzas de Rusia y sus misiles S-300 provistos a Siria, que permitieron generar una zona de exclusión aerea para los aviones de Israel.
Sin duda parece que se intenta crear opinión, o se intenta bajar el nivel de desagrado, respecto a la idea de comer insectos. La crisis alimentaria se acerca. O mejor dicho, existía y ahora lo puede percibir todo el mundo.