Hemos
pasado al menos dos años oyendo hablar de inciertas profecías mayas,
cometas inexistentes que se iban a estrellar contra la Tierra y planetas
de dudosa procedencia fuera de control. Y, pese a todo, nos lo hemos
preguntado hasta el último minuto: ¿a qué dedicaríamos nuestras últimas
24 horas si el mundo tocara a su fin el 21 de diciembre? El lector que
tenga este periódico entre sus manos puede respirar tranquilo: nuestro
planeta, para bien o para mal, seguirá su curso. Sin embargo, más de
uno ha querido mantener el suspense hasta el final. La NASA asegura que
las consultas telefónicas y por correo electrónico se han triplicado en
los últimos días. Pero, ¿cómo se ha vivido esta histeria en nuestro
país?
En España hay cientos de búnkers preparados para soportar
una hecatombe. Según la empresa constructora ABQ, puede haber hasta 700.
Ahora bien, ¿cuántos han sido edificados ex profeso para soportar un
hipotético fin del mundo? ABQ asegura haber construido al menos diez con
este objetivo en la provincia de Madrid, por la sierra y alrededores,
así como en la zona de La Moraleja; en Cataluña, por los municipios de
Sant Cugat del Vallés y Sitges; en Aragón, en la provincia de Huesca; en
Andalucía, en la provincia de Málaga... Industriales y pequeños
empresarios, en su mayoría, que han decidido «acondicionar» los sótanos
de sus viviendas para convertirlos en búnkers de más de 100 m2, con una
capacidad de entre 25-50 personas... y un módico precio de 130.000
euros.
Un «boom»
El miedo al fin del mundo ha provocado en
nuestro país un modesto «boom» del movimiento «survivalista»
(«prepper», en inglés), grupos no muy extendido en España pero sí en EE
UU y que tienen una máxima: prepararse para el fin del mundo bajo
cualquier circunstancia. En 2010, Sergio Ramírez se unió al Grupo de
Supervivencia de España 2012 (GSE). Un foro que agrupó a más de 200
personas y que se escindió por «las excentricidades de algunos
miembros», explica. «Tenían ideas religiosas muy marcadas, creían en la
iluminación y mezclaban las ideas mayas con las cristianas», añade. Sin
embargo, todos convinieron en la idea de construir búnkers. «Lo
propusimos de buena fe, pero la desconfianza a la hora de recoger el
dinero terminó con la idea, con denuncias de por medio, y el grupo se
disolvió». Los menos radicales formaron un nuevo foro. «No tenemos nada
organizado por el fin del mundo; simplemente estamos siempre listos
porque algo puede ocurrir en cualquier momento. Debemos dormir con un
ojo abierto».
«En estas dos últimas semanas se me han agotado
los stocks», dice José Antonio Pascual, ex miembro del movimiento GSE
–«la cosa no era muy seria», dice– y propietario de la tienda on-line
Supervivencia2012, toda una referencia «survivalista». Así, los sistemas
para potabilizar el agua–filtros portátiles y purificadores– y los
pedernales para hacer fuego han sido los artículos más demandados.
Mientras, Miguel Ferrero, de la tienda NoName Sport, reconoce que los
cursos de supervivencia que imparten han aumentado entre un 40 y un 50
por ciento. Además, los filtros «lifestraw», que purifican el agua «y
consiguen eliminar el 90% de bacterias», se han agotado. ¿Los motivos?
Ferrero no duda: «Los medios de comunicación han magnificado el tema del
21 de diciembre». Prensa aparte, ¿de dónde nace la obsesión? «Vivimos
obsesionados con que el fin se acerca. La Historia explica cómo las
especies han ido desapareciendo por diferentes motivos y catástrofes y,
por eso, nuestras mentes están marcadas por la psicología de que nuestro
fin llegará antes o después», explica José Alviar, profesor de
Escatología de la Universidad de Navarra, ante la «psicosis» que se ha
creado en torno al día de hoy.
En el foro en
el que interactúa el ex GSE, Sergio Ramírez, están inscritos unos 70
internautas, aunque «sólo participamos activamente unos 50». Las
películas de temática zombi originaron el espíritu «prepper» en Sergio y
la literatura lo ha seguido fomentando. Por eso, a pesar de contar con
pocos ingresos –está en el paro–, cada mes reúne 50 euros para comprar
latas con las que rellenar su almacén. «Tenemos que contar con lo básico
por si ocurre algo: agua y comida para tres meses». Él y sus compañeros
utilizan su tiempo libre para «prepararse»: «Algunos aprenden artes
marciales porque nunca sabemos a qué nos vamos a enfrentar». En el foro
se abren nuevos temas de conversación, aunque «se puede hablar del fin
del mundo, pero no de ovnis».