En el pequeño país caribeño el agua se ha convertido en uno de los
problemas principales de la población agravado por el terremoto de hace
dos años. Muchas ONG intentan acabar con la raíz o, al menos, paliar las consecuencias de esta situación. Es el caso de Manos Unidas,
que financia uno proyecto de atención sanitaria de la organización
local Alas de Igualdad para ayudar a la comunidad de Tamarin, en el
municipio de Ganthier, donde viven más de 5.400 personas en condiciones
de una pobreza obscena y sin servicios básicos como saneamiento,
electricidad, educación o asistencia sanitaria.
'La gente hace sus necesidades en la calle, la lluvia lo
arrastra al río o a las fuentes y después ellos usan ese agua para beber
y cocinar'
"El problema es que la gente hace sus necesidades en la calle,
la lluvia lo arrastra al río o a las fuentes y después ellos usan ese
agua para beber y cocinar", explica Nesly Julián, presidente de Alas de
Igualdad en el país.
Para solucionarlo el objetivo principal de las ONG es construir
letrinas y perforar pozos que den acceso a agua limpia. En Tamarin, con
la ayuda de Manos Unidas, ahora cuentan con dos pozos y la gente viene desde todos los puntos de la comunidad para utilizarlos.
Las letrinas también se hacen, de momento, pensando en que sean un bien
compartido entre los vecinos. Un mal menor si se evitan los problemas
de salud que acarrean las fuentes contaminadas.
Y Haití aun tiene muy presente las consecuencias que arrastra el agua sucia. La epidemia de cólera en 2010 acabó con la vida de 7.000 personas y hubo más de medio millón de casos, según los datos de Médicos Sin Fronteras.
Actualmente, la enfermedad continúa acechando detrás de cada sorbo,
ahora no en forma de epidemia pero sí con un goteo constante de
enfermos.
Evitar lo inevitable
"Aunque el número de nuevos casos ha disminuido considerablemente, seguimos registrando varios cientos cada semana y el riesgo de resurgimiento estacional sigue siendo muy elevado", explica Wendy Lai, coordinadora médica de MSF.
La vida miserable en los campamentos de desplazados tampoco ayuda. La
falta de baños y agua potable fomenta la propagación de enfermedades
infecciosas. Agencias humanitarias y ONG han instalado depósitos de agua
y letrinas en muchos de los campos, pero sigue sin ser suficiente. Y la
situación es incluso peor en las zonas rurales, donde ir a buscar agua puede suponer una caminata de seis horas.
Sensibilizar al pueblo para evitar la propagación de la enfermedad es fundamental. Después de la epidemia, lavarse las manos antes de cada comida se ha convertido en un ritual que se extiende por todo Haití.
Aunque a veces la limpieza no se haga con el agua adecuada. Sin
embargo, poco pueden hacer los haitianos para hacer frente al resto de
carencias, como las fosas sépticas. "Esto es un problema de salud pública que el Gobierno no ha solucionado",
asegura Yves Derisier, un médico haitiano que colabora con uno de los
proyectos financiado por Manos Unidas para Cáritas local.
Aunque el Estado, absolutamente dependiente de la ayuda
internacional, no podrá hacerse cargo del asunto a corto plazo, ni
siquiera a medio plazo. Y tres de cada cuatro haitianos se despertarán de nuevo mañana sin tener lo fundamental.
La única opción será seguir confiando en el trabajo de las ONG. Y los
que lo saben, como Mario Vil, colaborador de Alas de Igualdad, tendrán
que seguir admitiendo con tristeza que Haití, hasta en esto del agua, necesita pedir ayuda a las organizaciones "para que el país no se deshaga en pedazos